Subcultura del recluso: comprensión de valores, normas y comportamientos
La subcultura del recluso se refiere a los distintos valores, normas y comportamientos que se desarrollan entre las personas encarceladas a medida que se adaptan al entorno carcelario. Se forma debido a los desafíos y presiones únicos que enfrentan los reclusos, como la privación de las necesidades básicas, la pérdida de autonomía y el aislamiento del mundo exterior. En respuesta, los reclusos crean su propia estructura social y reglas para hacer frente a estos factores estresantes y establecer un sentido de orden y control (Wooldredge, 2020). La subcultura del recluso tiene un conjunto distintivo de valores, normas y comportamientos que surgen dentro del entorno carcelario. Este ensayo describirá la subcultura del recluso, incluyendo el código de prisión, el argot carcelario y las diferencias de género para las prisiones masculinas y femeninas.
El código de la prisión es un componente vital de la subcultura de los reclusos, ya que da forma a las expectativas de comportamiento dentro de la comunidad carcelaria. Adherirse al código es crucial para la posición social de los reclusos, demostrando su capacidad para adaptarse al entorno penitenciario y funcionar dentro de las normas establecidas (Wooldredge, 2020). Por ejemplo, un recluso que exhibe debilidad o vulnerabilidad puede ser atacado por otros y convertirse en víctima de violencia o explotación. Por el contrario, aquellos que muestran fuerza y resistencia emocional tienen más probabilidades de ganarse el respeto de sus compañeros, lo que puede ofrecer una medida de protección e influencia.
El argot carcelario sirve como un medio de comunicación y como una forma de afirmar la propia identidad y afiliación dentro de la subcultura del recluso. Este lenguaje único incluye términos de jerga, eufemismos y palabras en código que pueden oscurecer el significado de las conversaciones del personal de la prisión o de personas ajenas. Algunos ejemplos de argot carcelario incluyen «fish» (un nuevo recluso), «kite» (un mensaje escrito), «shot caller» (un recluso en una posición de poder) y «shank» (un arma casera) (Schmalleger & Smykla, 2020). El uso del argot carcelario permite a los reclusos comunicarse de manera encubierta, lo que les permite compartir información, planificar actividades o discutir temas delicados sin llamar la atención del personal carcelario. Además, el dominio de este vocabulario especializado puede servir como marcador de la experiencia y el conocimiento del entorno carcelario de un recluso, reforzando aún más su estado dentro de la subcultura (Wooldredge, 2020). De esta manera, tanto el código penitenciario como el argot carcelario son aspectos esenciales de la subcultura reclusa que dan forma a la dinámica social y al comportamiento de los individuos encarcelados.
La estructura social de las cárceles de mujeres difiere de la de los hombres en varios aspectos. Los reclusos varones a menudo forman estructuras sociales jerárquicas, competitivas y basadas en pandillas. Las cárceles de mujeres tienden a tener un entorno más cooperativo y comunitario, con relaciones que centralizan el orden social (Jewkes et al., 2019). Las reclusas pueden desarrollar fuertes lazos emocionales y redes de apoyo, conocidas como pseudofamilias, que las ayudan a enfrentar los desafíos del encarcelamiento (Schmalleger & Smykla, 2020). Las diferencias estructurales entre las prisiones masculinas y femeninas reflejan las necesidades y desafíos únicos que enfrentan sus respectivas poblaciones. Si bien las cárceles masculinas a menudo priorizan la seguridad y el control, las cárceles de mujeres tienden a centrarse en crear un entorno terapéutico que fomente la curación y aborde las causas fundamentales del comportamiento criminal. Estas distinciones son esenciales para desarrollar políticas y programas sensibles al género que aborden efectivamente las necesidades de los reclusos masculinos y femeninos.
Comprender las complejidades de la subcultura reclusa es crucial para desarrollar estrategias efectivas para administrar y rehabilitar a los delincuentes. El código de la prisión y el argot de la prisión dan forma a la dinámica social y los comportamientos dentro del entorno de la prisión, influyendo en la adaptación y la capacidad de los reclusos para superar los desafíos del encarcelamiento. Además, reconocer las diferencias en las estructuras y necesidades sociales entre las cárceles masculinas y femeninas es esencial para crear políticas y programas sensibles al género que atiendan los desafíos únicos que enfrenta cada población. En última instancia, reconocer y abordar las complejidades de la subcultura del recluso y las diferencias específicas de género en los entornos penitenciarios puede conducir a un enfoque más efectivo y compasivo de la rehabilitación.