El crimen de cuello blanco se refiere a los crímenes cometidos por personas de alto estatus social que ocupan una posición respetable en la sociedad. Los delitos de cuello blanco se cometen generalmente durante la realización de una actividad profesional. La criminología intenta explicar las causas subyacentes del crimen de cuello blanco desde diferentes perspectivas. Ejemplos de delitos de cuello blanco incluyen delitos cibernéticos, fraude, infracción de derechos de autor, soborno, abuso de poder y casos de lavado de dinero (Wilcox & Cullen, 2010).
La literatura criminológica tiene diferentes enfoques hacia la delincuencia de cuello blanco. Una de las posibles explicaciones para el crimen de cuello blanco es la interacción simbólica; que propone que el crimen de cuello blanco se debe a las relaciones interpersonales con individuos que les gusta cometer tales crímenes (Wilcox & Cullen, 2010). El crimen de cuello blanco entró en la literatura criminológica a través de las obras del profesor Edwin Hardin Sutherland en 1939.
Sutherland estaba investigando la relación que existe entre el crimen y la alta sociedad, que se compone de individuos con altos estatus sociales. Sutherland informó que solo un pequeño porcentaje de criminales de cuello blanco se enfrentó a la ira del sistema de justicia penal (Wilcox & Cullen, 2010). El objetivo principal de la investigación fue establecer una correlación entre los delitos relacionados con el dinero, los estados sociales y la probabilidad de que un criminal de cuello blanco vaya a la cárcel. Contrariamente a los delitos de cuello azul que se deben a factores psicológicos y sociales, por otro lado, la causa significativa de los delitos de cuello blanco es una oportunidad, junto con la debilidad en el sistema de justicia para manejar los delitos que son de naturaleza de cuello blanco.
La sociedad es vulnerable a los delitos de cuello blanco porque generalmente es difícil de detectar. La detección de delitos de cuello blanco es difícil porque no afecta en gran medida a la humanidad. Las organizaciones suelen sufrir pérdidas financieras en lugar de causar daños corporales a las personas y la destrucción de la propiedad. Las personas están motivadas a participar en delitos de cuello blanco principalmente porque los beneficios asociados con los delitos de cuello blanco superan los riesgos.
Por ejemplo, es menos probable que un delito que involucre fraude o lavado de dinero enfrente sentencias largas y punitivas. Además, el delincuente solo puede estar obligado a pagar una pequeña cantidad de dinero en comparación con la cantidad total robada. Esta percepción motiva significativamente a las personas a involucrarse en delitos de cuello blanco. El crimen de cuello blanco ganó popularidad con la revolución socio-tecnológica del siglo XX, lo que llevó a actividades delictivas como el cibercrimen, la suplantación de identidad en Internet y el fraude.
A pesar de tener pocos casos relacionados con la violencia y la destrucción de propiedades, como el crimen de cuello azul, el crimen de cuello blanco representa una amenaza económica significativa para las organizaciones. El futuro de las organizaciones depende significativamente de las estrategias que implementarán para combatir la delincuencia de cuello blanco. El desafío en el manejo de los delitos de cuello blanco es que la mayoría de las organizaciones temen publicitar tales casos criminales debido a las implicaciones que tendrá en la imagen de la organización.
Podría decirse que es evidente que los delitos de cuello blanco están en aumento y que los perpetradores parecen ser más responsables de hacer negocios que de cometer un delito, ya que implica superar los riesgos potenciales y los beneficios esperados antes del compromiso de un delito de cuello blanco. Por lo tanto, es importante que el sistema de justicia penal imponga medidas estrictas a las personas que se encuentren involucradas en delitos de cuello blanco de la misma manera que sus contrapartes de cuello azul.