Hoy leí un artículo titulado “Cuando los niños son acusados de delitos sexuales”, escrito por Sarah Stillman y publicado en la revista New Yorker en 2016. El artículo cuenta la historia comprensiva de Leah DeBuc, quien terminó en la lista de delincuentes sexuales (Stillman, 2016). La razón por la que fue puesta allí fue debido a la travesura que dirigió con su hermanastro más joven cuando tenía diez años, lo que podría clasificarse más como actuación de juego que sexo real (Stillman, 2016).
Debido a eso, su vida se había hecho considerablemente más difícil, ya que se le había negado la membresía en organizaciones, servicios y lugares para vivir. Su vida también fue puesta en peligro con frecuencia por personas que se justificaban por sí mismas, que buscaban ahuyentar a Lea o poner su vida en peligro de una manera u otra. Se había sometido a varios tratamientos como parte de su registro, muchos de los cuales incluían enfoques conductistas que primero la obligaron a adoptar la etiqueta de delincuente sexual a pesar de sus protestas (Stillman, 2016). El artículo en sí termina con una pregunta silenciosa de si estos métodos son humanos, efectivos o incluso merecedores para los delincuentes sexuales menores de edad.
Las anécdotas son favorecidas por los periodistas que buscan promover una narrativa u otra. Estos no se ocupan de los hechos, pueden ser tan desgarradores como quieren que sean, y pueden ser alterados o editados para adaptarse a las necesidades del escritor. Para cada historia como la de Leah, donde su vida fue arruinada por el registro, hay una historia de una familia cuya hija fue violada por una pandilla de abusadores menores de edad, que salió de la cárcel después de 3-5 años, mientras arruinaba la salud y la vida de una persona (Carey, 2021). Sin embargo, lo que este artículo logró es hacerme pensar en las listas de delincuentes sexuales, sus propósitos y su efectividad.
Oficialmente, las listas de registro de delincuentes sexuales son herramientas para que la policía pueda vigilar a las personas que han cometido delitos sexuales, especialmente contra menores, como un medio para evitar que lo hagan en el futuro. Por lo tanto, el objetivo es evitar que ocurran crímenes. La efectividad de tales medidas es discutible: algunos estudios muestran que el 95% de los delitos sexuales son cometidos por delincuentes primerizos (Carey, 2021). La utilidad de las listas para prevenir los actos de reincidencia también es incierta: algunos estudios encontraron mejoras marginales, mientras que otros no (Carey, 2021). Creo que es seguro decir que estas listas no están funcionando demasiado bien.
Entonces, pensé que tal vez el objetivo de la lista es servir como un castigo adicional para ajustarse al crimen. Si ese es el caso, entonces el mecanismo es extremadamente ineficiente, ya que requiere que la ciudadanía actúe por su propia voluntad para castigar al criminal fuera de la cárcel una vez que ya haya cumplido su sentencia. En muchos casos, esto podría resultar en que la persona sea asesinada o herida y otra sea acusada de asesinato, como se mencionó en el artículo.
Sobre la base de mi investigación, he sacado varias conclusiones en relación con el artículo revisado. Los niños no deben ser incluidos en el registro, porque el registro es una herramienta ineficiente de prevención y castigo. El castigo debe ajustarse al crimen: un adulto que abuse sexualmente de un niño debe ser apartado de por vida. El caso de una persona menor de edad que tenga relaciones sexuales con otro menor debe ser revisado por un jurado, con sentencias individuales distribuidas. En el caso de Lea, no creo que el castigo que recibió fuera merecido o incluso justificado. En el caso de varios adolescentes que violan a una niña, los adolescentes deben ser encerrados de por vida. Los tratamientos también deben experimentar cambios significativos, con los métodos de adoctrinamiento descritos en el artículo que se retira. Si se aprueban estas medidas, creo que el número de crímenes y reincidentes disminuiría significativamente.